“Cuando oigo decir que un colegio es una empresa, me pongo nervioso.” Conviene tener los oídos muy atentos para escuchar lo que se dice por ahí. A veces una frase dice mucho más de lo que dicen las palabras. Algo así me sucedió el otro día cuando escuché a un provincial decir la frase con la que empieza este comentario. Se refería, claro está, a los colegios concertados que tenemos religiosos y religiosas esparcidos por todas partes. Son en algunos institutos, por carisma y misión, la punta de lanza de su trabajo evangelizador. ¿Cómo puede alguien decir que son empresas? ¿Un colegio es una empresa?
Lo primero que tenemos que pensar es qué entendemos por empresa. Una cierta visión negativa del capitalismo nos ha hecho a veces asumir esa imagen del empresario como un vampiro que chupa la sangre de sus trabajadores y de la misma sociedad, exprimiéndolos al máximo, para atesorar más beneficios, para enriquecerse con la única finalidad de acumular más y más y más. Es posible que haya algunos así. Sin duda, los narcotraficantes son de esa clase de empresarios. Pero la mayor parte de los empresarios trabajan muy duro para sacar adelante sus empresas con márgenes de beneficios muy justitos. Ellos son los que crean trabajo y pagan impuestos. Ellos son los que arriesgan su capital y su misma seguridad. Las empresas crean riqueza, crean puestos de trabajo, ofrecen sus servicios a la sociedad. Son un elemento clave de la organización económica de la sociedad.
Por supuesto, que hay empresarios que crean y trabajan en sus empresas para enriquecerse. Pero hay mucha gente buena que sabe que está trabajando al servicio del bien común, que sacan sus beneficios fruto de su trabajo pero que también saben compartirlos con la sociedad en que actúan. El empresario es libre de hacer con sus beneficios lo que quiera. Nosotros podemos decir que tenemos empresas: son nuestros colegios, hospitales, residencias, editoriales (ya he hablado de esto aquí y aquí). En esas actividades tenemos claro que la finalidad primera no es la de ganar dinero sobre dinero. Nuestras actividades tienen una finalidad evangelizadora. Pero son empresas y eso lo tenemos que tener claro.
Son empresas porque tienen que funcionar como tales. Porque no se pueden permitir tener pérdidas, porque tienen que saber ofrecer un buen servicio o producto a la sociedad a un precio adecuado a la realidad del mercado, a un precio que los destinatarios de esos servicios o productos puedan pagar. Son empresas porque todos los que trabajan en ellas tienen que colaborar adecuadamente en el trabajo que hace posible ofrecer a la sociedad esos productos o servicios, sean “educación”, “salud”, “residencia” o “literatura”. Si los que trabajan en la empresa no lo hacen bien posiblemente el producto final se encarecerá y no llegará a sus destinatarios. Si hay pérdidas, no habrá posibilidad de mejorar el producto o de mantener el nivel que los destinatarios demandan.
Ciertamente esa “educación”, “salud”, “residencia” o “literatura” estarán teñidas de la dimensión evangelizadora que le queremos dar. Pero no llegarán a sus destinatarios si no son buenos productos, si no están bien hechos, si no son de la calidad que la sociedad exige.
¿Un colegio es una empresa? Por supuesto que no lo es en el sentido de que su objetivo sea obtener el máximo beneficio posible. Pero por supuesto que lo es en el sentido de que todos los que trabajan en ella deben estar unidos en el afán de trabajar bien, de ofrecer un buen producto. Si lo es en el sentido de que hay que mantener un nivel de exigencia con los trabajadores, de tal forma que se ganen con su trabajo su salario. Si lo es en el sentido de que no puede tener pérdidas año tras año porque la conclusión de esa situación es que el proyecto termina siendo inviable. Conclusión: nuestros colegios, hospitales, residencias, editoriales, etc, son empresas en muchos aspectos. Y deben funcionar como tales. Y los provinciales, al menos el provincial al que oí el comentario, debe dejar los nervios aparte y asumir que, además de provincial de sus hermanos, es también el presidente del consejo de administración de una empresa, que debe funcionar como tal y ofrecer un buen producto a un coste adecuado y obteniendo los beneficios anuales que permitan hacer viable esa empresa a largo plazo. No otra cosa piden los últimos documentos de la santa sede sobre la economía de los institutos religiosos.
Hola, me encanto leer toda esta reflexión. Muchísimas gracias.