Tuve un profesor de moral económica que al empezar a hablar del capitalismo nos dijo, de entrada, que el mercado capitalista era una selva: todos contra todos y a ver si sobrevive el más fuerte. Hay que reconocer que en esa lucha a veces se nos cuelan hechos y acciones que tienen poco que ver con nuestros principios.
Porque hay otro dato que debemos tener en cuenta: los institutos religiosos estamos al servicio de la misión. Ese es el criterio último. Para la misión nos servimos de todos los medios a nuestro alcance. También de los medios que pone a nuestro alcance esta sociedad. Porque, y eso lo sabemos todos, la misión cuesta dinero. Cualquier acción misionera necesita financiación. Cualquiera. Religiosos y religiosas se tienen que formar para la misión y eso cuesta dinero. Los laicos y laicas que colaboran con nosotros deben también ser formados para esa misión –no les pedimos sólo que den clase de matemáticas…– y eso cuesta dinero. La misión necesita locales, libros, calefacción, ordenadores, impresoras, proyectores, recursos de todo tipo. Y todo eso cuesta dinero.
Necesitamos, por tanto, dinero, recursos económicos. Por supuesto. Pero no a cualquier precio. Porque el Evangelio está ahí y nos impone algunas limitaciones: hay que usar todos los medios que esta sociedad capitalista pone a nuestro alcance pero a algunos deberíamos renunciar. Y esa renuncia es ya misionera en sí misma.
Me explico con dos ejemplos muy sencillos. Organizamos un congreso con los laicos que colaboran con nosotros, por ejemplo. Se reparten como es habitual unas carpetas con los materiales. Es terrible ver que en esas carpetas está inscrito el nombre de un banco. Más terrible aún si luego, en el congreso se hace un discurso evangélico que habla de la opción por los pobres y cosas por el estilo. Hay algo que no cuadra. Es verdad que el banco paga las carpetas y así se ahorran costes. Pero me da la impresión de que se ha pagado un precio demasiado alto.
Otro ejemplo. Hay bancos ahora mismo acercándose a ecónomos provinciales para ofrecerles un préstamo a muy bajo interés. Les dicen que es dinero europeo. El interés es realmente bajo, digamos que el 1%. La condición es que el dinero recibido en préstamo se queda en el banco. Ellos lo gestionarán como una cartera de inversiones. Con esa cartera el instituto ganará un 5%, décima arriba, décima abajo. Está claro que queda un beneficio del 4% para el instituto. Si el préstamo es de un millón no es difícil hacer las cuentas. Y son dinero. Pero eso, seamos sinceros tiene mucho que ver con la especulación. Y no sé si nos deberíamos dedicar a esos menesteres precisamente nosotros. Otra jugada en la que no deberíamos entrar. Porque tenemos unos principios. Y el Evangelio está ahí.
Conclusión: podemos y tenemos que sobrevivir en el mercado capitalista y servirnos de los instrumentos que en él existen para nuestros fines. Pero no a cualquier precio.