Hace un tiempo estuve de visita en una comunidad religiosa. Después de la cena había un momento de recreo y esparcimiento comunitario en la sala común. Allí estaba, como casi siempre, casi presidiendo la reunión, la televisión. Y descubrí con sorpresa que el ecónomo de la comunidad era el detentor del poder en aquella sala. Tenía el mando en su habitación y sólo lo bajaba en determinadas ocasiones. Aquel mando permitía acceder a canales especiales deportivos. Cuando no estaba aquel padre, el resto se tenía que conformar con ver los canales normales. Era el ecónomo el que determinaba la posibilidad de ver algo diferente, casi siempre relacionado con el deporte.
La historia me hizo pensar en cómo se ha vivido y se vive todavía a veces la función del administrador que más que servidor se ha terminado sintiendo dueño y señor, administrador avaro de sus propiedades, con capacidad para dictaminar sobre lo que es bueno y lo que es malo, sobre lo que sus hermanos pueden hacer y lo que no. De esa manera, el administrador o ecónomo usurpa lo que es responsabilidad de la comunidad en su conjunto: discernir sobre su vida económica, ser responsable de sus ingresos y sus gastos, tomando siempre las decisiones oportunas en común, que no significa otra cosa ese de vivir en comunidad.
Ese afán por controlar termina a veces generando el efecto contrario. En algunas congregaciones el intento de controlar todos los gastos, el no conceder a sus miembros la posibilidad de hacer algunos gastos mínimos y normales ha provocado que muchos terminaran por tener sus dineros aparte. Y no era para gastar en lujos sino para hacer cosas humanamente muy comprensibles y buenas. Pienso ahora en aquella congregación que, en orden a controlar los gastos de teléfono, prohibía a sus miembros hacer cualquier llamada si no era absolutamente necesaria y siempre con permiso. Al final, eran las mismas familias las que les daban dinero para que les llamasen desde alguna cabina pública.
El ecónomo tiene que ser muy consciente de que su tarea es de servicio: un verdadero ministerio orientado a procurar el bienestar material de sus hermanos o hermanas. Y ciertamente en ningún caso es el juez de delitos económicos de sus hermanos. Eso nunca. Eso podrá ser función del superior o de la comunidad como tal pero no del ecónomo. Hay que dejar un espacio a la responsabilidad de cada persona y a su conciencia. Personalmente no me atrevo a pedir tickets ni comprobantes de los gastos personales a mis hermanos. Me fío de ellos porque son mis hermanos. Y si alguno me engaña, debería saber que el engaño mayor se lo está haciendo a sí mismo. Como me dijeron de pequeño que decía santo Tomás de Aquino, “prefiero creer al hermano que me dice que está pasando un buey volando antes que pensar que mi hermano me está mintiendo.”
Pues eso, que el ecónomo está para servir y no para controlar. Y que la economía de la congregación no se va a hundir por una llamada telefónica de más.
Gracias Fernando por esta corta pero interesante reflexión. Nos cae como anillo al dedo ahora que estamos con nuevas comunidades en la Provincia. Libardo cmf
Cada vez hay más interés en la ECONOMIA y ella como MISIÓN. En la CIRM de México ha comenzado a funcionar la RED ECONOMIA… y les he invitado a seguir su blog.
Adelante con su buen servicio…
Me alegro de que este blog pueda ayudar a la reflexión sobre estos temas. Eso fue lo que me propuse al comenzar con él.