Llevo tres años escribiendo este blog. Cada quince días trato de señalar un problema y de dar algunas pistas que nos puedan ayudar a salir adelante, a encontrar soluciones prácticas. Cada quince días. Y entiendo que haya algún lector que se pueda sentir un poco “estresado”. Hay muchas cosas que hacer y el tiempo y las fuerzas disponibles parece que nunca llegan para todo. Hoy me gustaría decirles que todo se puede hacer pero poco a poco.
Poco a poco. Primero una cosa y después otra. Porque nadie tiene fuerzas para tratar de solucionarlo todo al mismo tiempo. De alguna manera nos parecemos a aquellos ejércitos que, dado lo limitado de sus recursos en armas y soldados, tienen que seleccionar las batallas que pueden luchar. No se pueden tener abiertos todos los frentes al mismo tiempo. Hay que ganar primero en un frente y luego en otro. Hasta ganar la guerra que es el objetivo final.
Lo mismo, nosotros, los administradores –aunque esto se aplica también a tantos otros frentes en la vida– tenemos que aprender a seleccionar los frentes, a poner en orden los problemas, a decidir cuáles pueden esperar y cuáles son de atención urgente. Y comenzar a actuar en consecuencia. Sin dejarse llevar por el estrés, sin querer hacerlo todo a la vez.
Me viene a la cabeza la actual sala de “triaje” que está en las urgencias de los hospitales de medio mundo. Allí se hace una primera revisión del enfermo, se determina la urgencia y, a partir de ese examen, se le pone en lista para ser atendido. Recuerdo una vez que me tocó esperar una hora mientras que veía a otros enfermos llegados más tarde que yo, que eran atendidos antes que yo. Sin duda, que sus dolores o sus problemas eran más urgentes que los míos.
Pues ya sabemos lo que tenemos que hacer. Tenemos un montón de problemas / papeles / urgencias / asuntos encima de la mesa. Y más que llegan cada día. No se trata de hacerlos por el orden en que llegan. Sería un error garrafal. Mucho menos, tratar de atender a todos a la vez. Sería un error mayor. No conseguiremos más que estresarnos, perder el tiempo y, casi con toda seguridad, no solucionar nada. Como los estudiantes que se quedan toda la noche estudiando. Psicológicamente puede ser gratificante (¡me he pasado toda la noche estudiando!) pero en el orden de la eficacia el resultado es negativo: ¡la capacidad de asimilación durante tantas horas seguidas y a esas horas es mínima!
Tenemos que aprender a hacer ese “triaje”. Evaluar cada cosa y su urgencia. Ponerlas en orden. Y luego ponernos a trabajar con toda tranquilidad. Para ir solucionando todo “poco a poco”. Con orden, con tranquilidad. Siendo conscientes de nuestras fuerzas. Pidiendo la ayuda necesaria. Sabiendo que algunos asuntos tendrán que esperar hasta que les llegue su hora.
Es posible que esa primera evaluación de la importancia de cada asunto, el “triaje”, lleve su tiempo. No es tiempo perdido sino tiempo ganado para nuestro trabajo y nuestra eficacia. En realidad, no estoy diciendo nada nuevo. Es lo mismo que decía aquel viejo adagio latino: serva ordinem et ordo servabit te, donde “ordo” se puede referir a las normas pero también al orden de las cosas.
Digo estas cosas para que nadie piense que lo está haciendo todo mal y que no puede hacer nada bien. Sin hundirse en la miseria, sin bloquearse, todo es cuestión de poner en orden los problemas y empezar por uno de ellos. Luego otro, luego otro. Y así hasta poner orden en la confusión. Con la satisfacción de ver que “puedo con ello”. ¡Ánimo!
Este artículo ha llegado en el momento oportuno para mi. Intentaré ponerlo en práctica, porque veo que tiene que ser así… lo difícil a veces, es hacerlo.
Leo siempre con mucho interés tus publicaciones, porque me animan y me dan luz. Muchísimas gracias.
Muy cierto, pero nos cuesta bastante priorizar adecuadamente.
excelente reflexión, Gracias Padre Fernando. Bendiciones!