Hay cosas que me maravillan y me avergüenzan. Y una de ellas es la capacidad que tenemos a veces para hacer lo que es ilegal. Una de esas cosas es la facilidad con la que procuramos evitar el pago de los impuestos, sobre todo del IVA. Claro que no lo podemos evitar en las compras comunes. En la panadería o en la carnicería no nos escapamos. Queda a la conciencia del dueño de la tienda hacer su declaración de forma correcta.
Pero hay otros momentos, otros proveedores, que de vez en cuando nos hacen la oferta: “¿Quieren la factura con IVA o sin IVA?” Es una oferta tentadora. Generalmente supone un ahorro de un 21%. No es poco. Tampoco sabemos exactamente si el proveedor ha subido un poco su precio, de tal forma que el ahorro para nuestro bolsillo es, en realidad, menor. Repito es una oferta tentadora. Si no pagamos, ahorramos algo de nuestros siempre escasos recursos. Nuestro bolsillo queda mejor aunque el bolsillo común, el de la nación, queda menguado.
Siempre podemos aducir que los impuestos se utilizan malamente. Que los recursos que reúne el estado a través de la recaudación se malgastan. Pero la verdad es que gracias a esos recursos se pagan los servicios comunes. Desde la justicia y la policía hasta la educación, la sanidad y los servicios sociales pasando por las carreteras y las obras públicas de que todos nos beneficiamos. Queda un poco feo decir que paguen los otros y yo escaparme. Luego, ¿nos seguiremos quejando de lo mal que están las carreteras o…? Lo justo es pagar los impuestos. Luego ya habrá otras vías democráticas y públicas para exigir que el dinero de nuestros impuestos se utilice de forma correcta y justa.
Pero hay otra razón para pagar, sobre todo el IVA. Es que el que más se beneficia es el proveedor. Él cobra su trabajo y la mercancía que nos ha entregado. Pero además, la hacienda pública le devolverá la parte de IVA que él ha pagado al comprar la mercancía. El proveedor hace un negocio redondo. Cobra la base imponible y además recibe de vuelta el IVA que pagó previamente al fabricante. ¡Genial! Y luego nos quejamos de la corrupción cuando por otro lado la promovemos y apoyamos.
Pero hay otra razón más. Y es que los institutos religiosos deberíamos ser modélicos en este aspecto. ¿Podemos imaginarnos la portada del periódico: “Congregaciones religiosas investigadas por Hacienda por un fraude de IVA”? Aunque sólo sea por vergüenza, por cuidar nuestra imagen pública, deberíamos pagar siempre y puntualmente nuestros impuestos.
Pero sobre todo hacerlo por justicia y por solidaridad con nuestros conciudadanos. Son esos valores básicos, casi previos al Evangelio, que no deberíamos olvidar nunca.
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