En España, desde donde escribo estos comentarios, es tiempo de verano. Y verano es un tiempo en el que en muchas casas religiosas se suele aprovechar para hacer algunas reparaciones: pequeños arreglos de pintura, fontanería, electricidad… Cuando llega el momento de pagar, a veces, la persona que ha hecho la reparación dice que mejor si le pagamos en efectivo y a cambio nos da una nota o recibo simple. Ni factura ni IVA.
Las razones para actuar así pueden ser muy variadas. Es muy fácil que nos diga que de esa manera nos ahorramos el IVA, el impuesto sobre el valor añadido, el impuesto que obligatoriamente llevan todas las facturas en la Unión Europea y, quizá con otro nombre, en prácticamente todos los países. Hasta nos puede decir que él sencillamente no tiene siquiera cuenta corriente a la que le podamos hacer una transferencia por vete tú a saber qué motivos.
La cuestión es que le paguemos en contante, en billetes. Y que nunca recibiremos una factura legal. La cuestión es que él y nosotros vamos a defraudar a Hacienda. Él y nosotros no vamos pagar los impuestos que están legalmente establecidos y que sirven para atender al bien común: para pagar escuelas, carreteras, policía, jueces, ejército y tantas otras cosas necesarias en una nación. Él y nosotros vamos a engañar y a ser cómplices en un delito al actuar contra el bien común.
Nos tendríamos que dar cuenta de que defraudar a Hacienda no es una opción. Para nosotros, cumplir las leyes es un punto de partida básico. Ya sé que alguno estará pensando que si las leyes son injustas no hay obligación de cumplirlas. Y tendrá razón. Pero ese incumplimiento habrá que hacerlo abiertamente, sin engañar, sin ocultación. Y, primero, habrá que demostrar que los impuestos establecidos por unas leyes aprobadas democráticamente en un país son injustos. No vale lo de decir que “todo el mundo lo hace”. Primero, porque no es verdad. Y, segundo, porque en el caso de que fuese verdad, nosotros, religiosos y religiosas, no deberíamos hacerlo bajo ningún concepto. Otra cosa es mostrar públicamente nuestro desacuerdo con las leyes y utilizar los recursos legales disponibles para que se cambien las leyes que nos parecen injustas. Otra cosa es llegar a la “desobediencia civil”. Se puede hacer pero siempre abiertamente. Nunca a través del engaño y la mentira.
Por eso, debemos reclamar siempre que nos den facturas que cumplan la legalidad vigente. Siempre. Aunque eso signifique que se nos encarezca más el servicio. Porque es una forma básica de contribuir al bien común. Porque poca credibilidad íbamos a tener para exigir honestidad a nuestros políticos y a la sociedad en general, si nosotros no tenemos esa mínima honestidad de cumplir con las leyes.
Tampoco vale decir que ese señor que nos hace la reparación o el trabajo es muy bueno, que trabaja muy bien, que es amigo de la casa, que le hace falta el dinero… Y tantas razones que nos podemos dar.
Hay que tenerlo claro: defraudar a Hacienda, no pagar los impuestos debidos, no es una opción para nosotros. Así que vamos a pedir siempre factura. Vamos a cumplir siempre la ley. No vamos a ser cómplices de un fraude.
Totalmente de acuerdo.
Totalmente de acuerdo Fernando… que descanses.
Muy de acuerdo. Desde America Latina hemos tratado de que la Iglesia así lo haga, y cumpla en el campo de la administración con todas las normas del estado, y en particular con el pago de sueldos dignos y prestaciones sociales.
En el CELAM así lo hacemos y por medidos de talleres de administración eclesial animamos a toda la Iglesia, y en particular las parroquias, que así lo hagan.