Pertenecemos a instituciones centenarias, los institutos religiosos, que se enmarcan a su vez en una institución milenaria, la Iglesia. Quizá sea esa la razón por la que es difícil de asumir los cambios. Los cambios que vamos haciendo nosotros mismos. Y los cambios que nos vienen impuestos por los cambios que se producen continuamente en la sociedad en la que vivimos. Tanto es así que solemos llegar tarde. Para cuando nos “ajustamos” a la nueva realidad, resulta que esa realidad ya ha cambiado. Algo así nos está pasando con las tarjetas de crédito o, dicho más en general, con los medios de pago.
La realidad es que ese mundo de los medios de pago está cambiando y lo está haciendo a pasos de gigante. La realidad es que en algunos países del norte de Europa el dinero físico (sí, el de siempre, los billetes y monedas de toda la vida) está desapareciendo. Su uso es cada vez menor. Con los billetes y las monedas está cayendo también a toda velocidad el uso de los cheques. Y aumenta continuamente el uso de las tarjetas de crédito y las transferencias bancarias. Se va camino de una mayor transparencia y fiscalización en las formas de pago. Nos guste o no es así.
Ya escribí hace tiempo, a poco de empezar a publicar este blog, sobre el tema de las tarjetas de crédito. Decía entonces que frente a lo que piensan muchos administradores es mucho más fácil controlar lo que se gasta con una tarjeta de crédito que con billetes y monedas. Aparte de otras ventajas frente a robos, pérdidas, etc. A veces digo en broma –¿o será en serio?– que, cuando no quiero que mi ecónomo se entere de lo que gasto o de donde lo gasto, jamás se me ocurre usar una tarjeta de crédito. A través de ella podemos saber el cuánto, el dónde y el cuándo, cosa que es imposible con el dinero físico.
Ciertamente la cuestión no es sobre el control. El administrador o ecónomo no está en el cargo para controlar a sus hermanos o hermanas. No es el fiscal de los gastos de sus hermanos. De eso tiene que ser responsable cada uno (siempre me ha maravillado pensar que se nos considera adultos y maduros para hacer una profesión perpetua pero luego parece que no se confía en nosotros para los gastos del día a día). Hace relativamente poco tiempo escribí un blog sobre este tema dejando claro que, en mi opinión, es más importante la confianza que el control.
Tendríamos que hacer el esfuerzo de adaptarnos a la realidad actual en este tema de los medios de pago, usando cada vez más las transferencias y las tarjetas de crédito. No va contra la pobreza. No va contra la obediencia. Favorece la responsabilidad de las personas en el uso de dinero. Aumenta la transparencia. Es más seguro. Es más cómodo. Y hasta evita esos viajes continuos al banco o al cajero automático para sacar efectivo con el peligro siempre de que haya alguien merodeando por allí a la espera de llevarse nuestro dinero.
Todo son ventajas. Nos adaptamos a los tiempos actuales y hasta facilitamos la labor de contabilización del ecónomo. Y hacemos normal entre nosotros lo que en la calle ya es normal hace tiempo.