Hoy me gustaría comentar un asunto muy concreto, muy práctico, pero que tiene interesantes implicaciones. Hablo de los tickets o recibos que nos dan cuando compramos algo. Hay bastantes congregaciones, me atrevería a decir que sobre todo femeninas pero no estoy del todo seguro, en que a la hora de dar cuentas de esos gastos normales de la vida cotidiana se le pide a los religiosos o religiosas que entreguen también los tickets que justifican los gastos de los que dan cuenta.
Voy a decir lo primero que estamos hablando de los gastos de la vida ordinaria: transportes, algún libro, algo de ropa, cosas de higiene personal, algún otro gasto de tipo más personal, incluso de diversión, etc. No estoy pensando en cosas de “materia grave” como la compra un ordenador o cosas parecidas. Voy a lo práctico, a la vida de cada día, a los gastos que se originan en esa vida ordinaria.
Me asombra que se sigan pidiendo esos tickets. Para algunos, estoy seguro, puede ser un signo de fidelidad. Pero yo prefiero pensar en que la entrega de cuentas es, tiene que ser, un momento que expresa que vivimos en una familia y que confiamos unos en otros. Y que esa confianza tiene que estar por encima de otras cuestiones.
Porque, ¿qué aportan esos tickets? En principio, al menos en España, que es donde escribo y espero que me perdonen mis lectores de otros países, esos tickets no aportan nada. No son necesarios para ninguna contabilidad oficial puesto que la contabilidad de una comunidad se considera como la de una familia.
Aportan la comprobación de que los gastos que el religioso/religiosa ha anotado en su hoja resumen son auténticos. ¿De verdad que eso es necesario? ¿De verdad que no es mejor fiarse de lo que haya anotado el religioso o religiosa? Pongámonos en el caso de que el sujeto mienta. Creo que entonces tenemos otro problema pero no un problema económico. Si miente y lo que anota como gasto en autobús o metro se lo ha gastado en realidad en tomarse un café, ese religioso o religiosa tienen un problema. De sinceridad y honestidad. Pero también lo tiene la comunidad que ha sido capaz de crear un ambiente en el que la persona se siente empujada a ocultar, a esconder. ¿Es eso una verdadera comunidad?
Todo esto me hace recordar mis años como profesor en un seminario. Daba clases de Moral. Cuando llegó el momento de los exámenes en mi primer curso, me dediqué a vigilar la sala mientras los alumnos respondían a las preguntas del examen por escrito. Lo hice mi primer año y creo que el segundo. A partir de entonces, decidí que no volvía a vigilar. Pensé que si alguno de aquellos seminaristas decidía ponerse a copiar en el examen, el problema era suyo no mío. Y que si engañaba a alguien no era a mí sino a él mismo.
Pues lo dicho se puede aplicar al caso de las cuentas y los tickets. Si algún religioso o religiosa engaña al presentar las cuentas de sus gastos, el problema es suyo no del administrador. Y el problema puede ser también de la comunidad por no ser capaz de crear un ambiente de confianza y fraternidad, por no atender de verdad las necesidades de las personas. O quizá el problema puede ser del ecónomo o ecónoma que se siente tan dueño del dinero que se cree que es el fiscalizador de sus hermanos o hermanas, que de todo hay en la viña del Señor.
No vamos a salir de pobres por fiscalizar más los gastos de la vida diaria de nuestros hermanos o hermanas de comunidad. No vamos a cumplir mejor con el voto de pobreza. Ni el ecónomo ni el superior son los responsables de que las personas cumplan con sus votos. Eso es responsabilidad de cada uno. Más bien deben tener cuidado en crear un ambiente de familia donde todos se sientan acogidos y donde, con mucha comprensión y tolerancia, se atienda a cada uno según sus necesidades. No son policías ni fiscales sino servidores de la comunidad y del bienestar de las personas.
Por eso, mejor nos olvidamos de los tickets, cuidamos mejor a las personas y nos fiamos más de ellas.
Estoy totalmente de acuerdo con este artículo. Y es mi modo de proceder en mi gestión como ecónoma. Es más importante, «fiarse y tener toda la confianza en las hermanas», a que los gastos no estén en el apartado que corresponda… eso es un problema muy muy secundario, en unas cuentas en las que no hay que seguir una normativa contable estricta.
Muy agradecida por estos artículos que de vez en cuando nos animan e iluminan en nuestra tarea. Saludos coordiales.
Por mí estupendo. Pero me transmitieron esa costumbre como buena práctica cívica: el comerciante tienen obligación de entregarlo, a la hermana le sirve de recordatorio, en algún País parece que lo pide el Estado con toda clase de detalles,….
Desde luego, confianza ante todo, mientras no nos pidan declaración fiscal a las comunidades.
Abrazos.
Ciertamente, si lo pide el Estado, habrá que guardarlos y archivarlos. Pero sólo en ese caso y por esa razón.
Me gusta el tratamiento del asunto, que se resume en una palabra: la confianza.
Comparto con otros comentarios que a veces es preciso guardar justificantes económicos por razones fiscales o de normativa civil. En tal caso no hay asunto.
Creo en la primacía del principio más importante: la honestidad y la fidelidad a un estilo de vida libremente elegido. Si alguien se siente bien dando lo tickets, pues estupendo, si alguien cree que no es necesario, pues también.
Muchas gracias y estoy totalmente de acuerdo… que es responsabilidad de cada uno… y que debemos cuidar más un ambiente de confianza.