Hay muchas congregaciones que se dedican a trabajar con los pobres y en favor de los pobres. Muchas de sus actividades concretas se dirigen a tratar de servirlos, de ayudarlos en sus necesidades, de acompañarlos. Viven entre ellos. Viven con ellos. Se hacen hermanos y hermanas. Así dan testimonio vivo del Evangelio. Pero todas esas actividades necesitan financiación. Así los pobres y la financiación son dos términos que se ponen en relación inevitablemente.
Porque esas actividades cuestan dinero. No sólo porque los pobres, generalmente, no pueden permitirse pagar por los servicios que se les ofrecen. Además, los religiosos y religiosas que trabajan en esos lugares necesitan estar formados adecuadamente. Tienen también la curiosa costumbre de comer todos los días y de tener otro tipo de necesidades materiales que necesitan del vil dinero y que si no son cubiertas difícilmente se podría realizar ese servicio de caridad a los pobres. Conclusión: sin financiación adecuada no podrían existir esas actividades tan esenciales para la misión de tantos institutos religiosos y, en definitiva, del Evangelio.
Viene todo esto a cuenta de que el otro día, hablando con una religiosa, me comentaba de una provincia de su congregación, en América Latina por más señas, que se había tomado muy en serio hacer una realidad su presencia entre los pobres. La mayoría de las actividades de la provincia estaban dirigidas a atender a los más pobres y marginados de aquel país. Así trabajaban por opción capitular. Era, es, su forma de ser fieles a su vocación.
Pero, precisamente porque querían, quieren, ser fieles a su vocación ahora, hoy, pero también mañana y pasado, se habían tomado muy en serio también el tema de cómo financiar esas actividades que, por su situación geográfica y por la realidad de sus destinatarios, no pueden autofinanciarse.
La preocupación primera del gobierno provincial no había sido sólo la de ir estableciendo esas actividades y destinando a ellas a las religiosas que trabajasen en ellas. Desde el primer momento se habían planteado buscar las fuentes de financiación que hiciesen posible la estabilidad financiera de esa nueva actividad. En el presente y en el futuro. Y eso como parte esencial del compromiso con los pobres. El argumento era simple: si no somos capaces de tener los recursos suficientes para asegurar el funcionamiento de esa actividad, habrá que cerrarla y dejaremos de estar con los pobres, dejaremos de servirlos.
Por tanto, al abrir una actividad de ese tipo no se trata sólo de buscar el lugar y los destinatarios, tampoco se trata sólo de buscar a las religiosas que van a desarrollar allí su labor. Es imprescindible buscar las fuentes de financiación que aseguren el futuro de esa actividad a medio y largo plazo.
Ya oigo a alguno o alguna que me dirá que hay que confiar en la providencia. Mi respuesta es la de siempre: la primera providencia nos la ha dado Dios en nuestra inteligencia y nuestra habilidad para hacer bien las cosas. No basta la buena voluntad. Hay que poner los medios necesarios para que proyectos llenos de vida y de espíritu, puedan durar en el tiempo y ofrecer un servicio real y auténtico a los destinatarios de nuestra misión. Para ello hacen falta, como siempre, recursos humanos (religiosos y religiosas entregados a su vocación) y recursos financieros. Ambos necesarios, ambos imprescindibles.
Porque, si dejamos de lado los recursos financieros, vamos a ser como aquella semilla que “cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó” (Mt 13, 5-6).
Son ideas simples, de sentido común. Y que, por cierto, están presentes, como no podía ser de otra manera, a lo largo y lo ancho de todo el nuevo documento de la CIVCSVA sobre la economía de los institutos. Tanto que sería difícil citar un número en concreto. Lean el documento y verán que es cierto lo que digo.
Totalmente de acuerdo con este artículo. Esto es poner patas a las opciones de vida y misión. Enhorabuena hermano, sus artículos iluminan y ayudan a situarse en la realidad.
Muchas gracias. Siga iluminando a la Vida religiosa en este importante tema, lo necesitamos.
Como siempre acertada su reflexión.