Es una pregunta que ya he tenido que hacer más de una vez cuando me he reunido con un provincial o general o con algún otro miembro de un gobierno provincial o general. ¿Saben leer un balance de situación? ¿Y una cuenta de resultados? Y para mi sorpresa la respuesta ha sido bastantes veces negativa.
Tenía un compañero y amigo que decía que, cuando le presentaban un balance, lo más que hacía era mirarlo con el ceño fruncido y mirada aviesa. Pero nada más. Porque en realidad no entendía nada de todo aquello que ponía allí sobre el activo, el pasivo, el patrimonio, el activo corriente… Por más que lo miraba no lograba desentrañar su significado. Hasta que hizo un pequeño curso y descubrió que no era tan complicado. Que en el fondo era mucho más difícil leer una partitura de una canción sencilla que entender lo que significaba un balance de situación.
Se puede decir que leer y entender esos lenguajes, el de la música, el de la economía, es una cuestión de cultura general. Está bien si se tiene pero si se carece de ella no es fundamental para la vida. El problema es que el lenguaje de la contabilidad, cuando la persona está en una posición de gobierno deja de ser una cuestión de cultura general para convertirse en un instrumento vital para tomar decisiones. Cualquier tipo de decisión. Porque todas las decisiones tienen implicaciones económicas. Y sin una buena información de la realidad económica es difícil tomar una decisión adecuada y bien fundamentada.
¿Cómo es posible que un gobierno general o provincial apruebe las cuentas de su provincia o congregación sin entender lo que pone en el papel? No vale la excusa de que cada uno tiene su negociado y que el de espiritualidad o apostolado basta con que entienda de lo suyo. Más allá de las carteras concretas que tenga cada miembro del gobierno, son un colegio en el que todos son corresponsables. De hecho, todos suelen firmar esas cuentas, con lo que dan su aprobación. ¿Cómo es posible firmar algo que no se entiende?
Me van a decir que lo hacen porque confían en el que se encarga de las cuentas. No estoy queriendo decir que haya que desconfiar del ecónomo. Lejos de mí. Pero sí que tenemos que saber y entender lo que estamos firmando. ¡Qué menos!
Para evitar eso, voy a hacer una propuesta que puede parecer fuera de lugar pero que creo que sería muy práctica y útil. Es que una de las cosas que debería hacer un gobierno provincial o general recién elegido sería dedicar un tiempo a hacer un curso básico de economía y contabilidad. Sí, así como suena.
No estoy pensando en cursos de meses o años. Basta con uno o dos días sentados con un profesional que explique las nociones básicas, que permitan a todos los miembros del gobierno entender lo que se expone en esos informes básicos de la contabilidad y que posibilitan comprender la realidad económica de su congregación o provincia.
Ellos son los responsables de guiar ese barco frágil que es un instituto religioso para que siga adelante con la misión que le ha sido confiada por el Espíritu en el mundo. Para tomar las decisiones adecuadas hay que contar con la realidad económica del instituto. ¿Cómo tomar esas decisiones si no se entiende bien esa realidad? Por eso, este curso se me hace que es más urgente y necesario de lo que muchos piensan. Porque es peligroso dar por supuesto que ya se entiende lo que es un balance de situación.
Buenos dias, y usted puede explicar algo de esto en esta pagina? Se lo agradeceran muchas personas.
Es complicado explicarlo en 30 líneas. Tampoco hacen falta 200 páginas. Pero hay muchos profesionales y/o libros que pueden ayudar a comprender bien un tema tan importante.
Gracias.