En estos últimos años, he conocido unas cuantas congregaciones religiosas femeninas y he trabajado con ellas en cuestiones económicas. Y hay un asunto que me ha llamado la atención. Se trata de la relación entre las religiosas y las parroquias.
Hay muchas comunidades religiosas femeninas que están colaborando en las parroquias cercanas a su comunidad. Para algunas de esas comunidades, ese trabajo es la razón de su creación y de su vivir allí. No todas hacen un trabajo cualificado en ellas. Algunas apenas colaboran en el coro o el grupo que anima la música de una de las misas. Otras dan catequesis como tantos otros laicos y laicas. O participan en la formación de adultos. O participan en alguno de los muchos grupos que viven en esas parroquias.
Pero también hay religiosas que hacen un trabajo cualificado. Algunas son en realidad las que llevan el peso de la organización de la catequesis parroquial, aunque a veces sea el párroco o uno de los sacerdotes que trabajan en la parroquia el que tenga el título. Otras son las responsables de diversos grupos parroquiales, desde la pastoral juvenil hasta los grupos de catequesis de adultos o de vida ascendente.
Pues bien, a lo largo de estos años he constatado con sorpresa que en ningún caso de los que he conocido ninguna –repito, ninguna– de esas religiosas recibe ni siquiera un mínimo salario de la parroquia. A pesar de que en la práctica algunas de ellas hacen tanto o más trabajo que el párroco o que los sacerdotes que están oficialmente destinados a ella. De alguna manera, se da por supuesto que las religiosas trabajan gratis, que no hay ninguna razón para que reciban ningún salario.
A los sacerdotes se les supone la dedicación a tiempo completo y por eso la diócesis o la parroquia les paga un salario mensual y les cubre la seguridad social. Porque el obrero merece su salario. No les paga un salario enorme ni mucho menos. Es un salario justito. Para vivir. Pero a las religiosas, a pesar de trabajo que hacen, se supone que es su congregación la que tiene que cargar con su sustento.
Digo que eso es lo que he visto en los casos que he conocido. Es posible que haya alguna parroquia donde se paga las religiosas que hacen esos trabajos. Pero no la conozco. Y algo me dice que de existir, es más bien la excepción que la norma.
La verdad es que me da un poco de pena. Quizá sea una muestra todavía del viejo clericalismo. O de alguna otra razón que se me escapa. Pero creo que el trabajo de esas mujeres, sobre todo cuando es tan cualificado como lo es en muchas parroquias, debería ser compensado económicamente. Quizá no se trate de hacer un contrato a jornada completa, pero siempre se puede hacer a jornada parcial. Porque el trabajo que hacen y la dedicación lo valen.
Me da la impresión de que es un problema que no se circunscribe a unos pocos casos. Me da la impresión de que los párrocos dan por supuesto que el trabajo de las religiosas se aprecia y valora con un gracias y poco más. Y que entienden que salario a fin de mes lo merecen sólo ellos.
Creo que debería ir cambiando la mentalidad. Y reconocer que la dedicación de algunas religiosas a las parroquias merece algo más que un regalo una vez al año o un gracias emocionado. Porque en algunos casos son ellas las que hacen que funcione la catequesis, la formación de adultos, la liturgia y tantas otras cosas. Y eso hay que valorarlo como se valora en nuestro mundo. Aunque sólo sea porque las religiosas también tienen la costumbre de comer todos los días y tienen facturas que pagar, como todo el mundo.
Es de justicia y este blog también se ocupa de la justicia.