Dicen que el hombre, el homo sapiens, fue capaz de desarrollarse y crecer hasta la situación actual gracias a que fue capaz de trabajar en equipo. Es decir, de colaborar y trabajar juntos para obtener mejores resultados. En lugar de arrastrar cada uno un tronco, descubrieron que era mejor llevar el primer tronco entre los dos, luego el segundo y así sucesivamente. Y que era mejor cazar en grupo que en solitario. La clave, pues, es trabajar en equipo. Religiosos y religiosas hablamos mucho de comunidad, pero a veces tengo la impresión de que nos cuesta trabajar en equipo.
Me decía hace poco un ecónomo provincial que a él le gustaba pensar que los ecónomos locales eran su equipo de trabajo. Algo así como los delegados del ecónomo provincial en cada comunidad. Y le gustaba pensar que eran capaces de trabajar en equipo. Es decir, que ese conjunto de ecónomos locales, y de administradores de actividades, eran capaces de levantar la mirada por encima de su pequeña administración, casa o actividad, para tener en cuenta en su trabajo la perspectiva de la provincia. Todos trabajando en favor del bien común de la provincia y no mirando sólo al interés de “mi” comunidad o de “mi” actividad.
Esto que mi amigo aplicaba a los ecónomos locales y administradores de su provincia, se puede aplicar igualmente a los ecónomos provinciales con relación al ecónomo general. Son o deberían ser su equipo, las personas con las que habla, con las que piensa y reflexiona, con las que planifica y sueña el futuro económico de la congregación, su viabilidad a medio y largo plazo.
La pena es que muchas veces ese equipo en la práctica es lo contrario: un grupo de personas dominados por el interés y el bien no del conjunto sino de su comunidad o actividad. O, a nivel general, pensando sólo en el bien de su provincia. Se olvidan de que no comunidades ni actividades ni provincias existirían sin el conjunto al que pertenecen, sin la congregación. No son un equipo sino un conjunto de individualidades tirando cada uno de la cuerda para su lado.
Conocí una casa en la que la aportación que hacían al gobierno provincial lo llamaban “impuesto revolucionario”. Lo decían en broma, ciertamente. Pero las bromas siempre llevan algo de verdad por dentro. En el fondo tenían la sensación de que el gobierno provincial les quitaba lo que era suyo, lo que habían ganado con su esfuerzo. Se olvidaban de que ellos estaban en esa casa como parte de la misión del instituto, enviados como todos. Enviados igual que los otros que trabajaban en otra comunidad que necesitaba recibir de la administración provincial todos los meses para cubrir sus necesidades. Y que cualquier día el provincial les podía mover de su comunidad (la que tenía muchos ingresos) a otra (deficitaria).
Hay que intentar mover las conciencias para que todos, ecónomos locales, administradores de actividades, ecónomos provinciales se sientan parte de una red, de un equipo capaz de trabajar juntos, de ir más allá de lo “mío” para pensar en lo “nuestro”, capaces de trabajar auténticamente en equipo, con una mirada de conjunto. Dialogando, reflexionando juntos. Para conseguir lo mejor para el instituto.
Ya sé que esto es difícil. Porque lo más difícil es cambiar las mentalidades. Pasar de la independencia a asumir que todos “estamos en el mismo barco” y que debemos remar en la misma dirección si queremos que el barco/instituto llegue a puerto. Pero hay que intentarlo. Si se consigue mínimamente este cambio, el resto –los instrumentos concretos y los medios técnicos para trabajar en equipo– será muy fácil, coser y cantar. Hablaremos de centralizar y de tantas otras cosas. Discutiremos la eficiencia de algunas medidas y si valen la pena para el instituto pero sin que nadie se sienta dolido porque pierde autonomía.
- Aviso importante: Mañana es la fiesta de San Antonio María Claret, fundador de los misioneros claretianos. Así que invito a mis lectores a alegrarse conmigo, dado que soy misionero claretiano. Quizá por eso me preocupe tanto que todo lo que tenemos esté al servicio de la misión.
Muchas felicidades en vuestra fiesta. Gracias por tus aportaciones en este tema que parece no nos atañe a todos pero que atraviesa la vida entera.
Muchas gracias Fernando, que razón tienes aunque parece que cuando las cosas van «económicamente» en algunas comunidades fuese mérito propio… cuando es pura coyuntura circunstancias, de trabajaos oportunos.
Muchas felicidades… que disfrutéis de vuestra fiesta.. Un abrazo
Creo que no nos formaron para trabajar en equipo. Los/as que han conseguido a tiempo remediar este error, sí harán muy bien esa labor tan necesaria. ¡Ah! Que yo también soy Claretiana.
Felicidades Fernando… y siempre y en todo el servicio de la misión. Gracias!
Padre Fernando. Mil y mil gracias siempre por sus reflexiones tan certeras y de manera especial para hacernos reflexionar sobre la importancia de trabajar en equipo para el bien común.
Hemos orado por todos los Claretianos en su fiesta. Bendiciones!