Desde hace siglos la representación del Belén es tradicional en este tiempo de Navidad. Con mayor o menor extensión, con figuras más o menos solemnes, pero lo que se representa es siempre algo muy pequeño, muy pobre y muy concreto: un niño que nace en una cueva o portal, fuera de las zonas habitadas, entre los animales de un establo. Lo más interesante, lo más bonito, lo que nos llena de alegría es que estamos seguros de que lo que sucede en un lugar tan pequeño y olvidado de todos es lo más importante que ha sucedido en nuestra historia. Algo tan nuevo que rompe los moldes de todo lo conocido. El recién nacido es el mismo Dios que se hace carne, que se hace uno de nosotros. A partir de ahí, todo es posible. Y nuestra historia cambió. En lo más pequeño se hizo presente lo más grande.
Algunos o muchos de los que leen este blog son administradores y ecónomos. Dedican mucho tiempo a las grandes cuentas, inversiones, construcciones, etc. Pero no conviene olvidarnos que todo el trabajo de la administración se dirige a servir a las personas. Los administradores son los encargados de la casa para que todos tengan lo necesario. Son mayordomos responsables de que todo esté a punto y en el momento preciso. Para eso es necesario atender a los grandes números pero también hay que saber estar en el detalle.
Me gustaría que a los que nos dedicamos a la administración, a los que enredan en economía, en inversiones, en las dimensiones más macro, no se nos olvidase nunca que al final y al principio la economía no tiene otro sentido que estar al servicio de la persona, de todas las personas y de toda la persona. No deberíamos perder de vista que nada tiene sentido en la economía sino está al servicio de las personas. Para que puedan tener lo necesario para llevar una vida digna. Para que cuenten con los medios necesarios para vivir en libertad.
Todo eso también se tiene que realizar en el trabajo del administrador religioso. No sólo se puede dedicar a los grandes números. También se tiene que preocupar por el bienestar de sus hermanos y hermanas. Para que tengan lo necesario. Para que lo que haya se distribuya con equidad. Para que nadie se sienta marginado dentro de la comunidad. Para que el compartir sea de verdad. Y para que nunca se llegue siquiera a tener la sospecha de aquello que se dice a veces de que en la comunidad “todos somos iguales pero unos más que otros”.
El Portal de Belén nos recuerda la importancia de lo pequeño, del detalle en la vida de las personas. Dios se encarna y se hace pequeño. En esos pequeños servicios es donde también cobra sentido nuestro servicio como administradores. Porque en ese humilde servicio es donde se inicia y realiza el más grande cambio de nuestra historia. Se empieza a construir el reino.
¡Feliz Navidad a todos!