“Cortoplacismo y cortoplacista, derivados de la locución a corto plazo, son términos adecuados en español, tal como indica la Nueva gramática de la lengua española, por lo que se escriben en redonda, sin cursiva ni ningún otro resalte.” Lo dice la Fundación del Español Urgente (www.fundeu.es/recomendacion/cortoplacismo-y-cortoplacista-terminos-adecuados-en-espanol/) y se nos aplica perfectamente a los institutos religiosos. Por lo menos, en este campo amplio de la economía y la administración. Y, a mi modo de ver, es uno de los problemas más graves que nos afectan.
Debe ser por haber hecho tantas meditaciones sobre la providencia de Dios y el abandono en su voluntad. Tantas que nos hemos auto-convencido de que echar la mirada a un plazo mayor de un año para pensar en nuestras necesidades, las de las personas que forman los institutos y las de las numerosas actividades que desarrollamos, es casi un pecado. Creemos que Dios será el que venga a solucionar nuestros problemas. Nosotros tenemos ya bastante con solucionar los que se nos van planteando en el presente o, como mucho, a unos meses vista.
O quizá sea fruto también de la costumbre de hacer presupuestos para un año. Eso está mandado en muchos institutos tanto para las comunidades como para las actividades. Y es bueno hacerlos. La mayor parte de los gastos e ingresos son de tipo ordinario y se pueden contemplar en ese plazo anual. Así se hace, y está bien hecho, en el ámbito de las comunidades.
Pero hay otros gastos, y no sólo las inversiones, que deben ser mirados en un plazo mayor de tiempo, con una perspectiva de 5-10 años. Y sería conveniente también sentarse a pensar en la posible, o imposible, autosuficiencia del instituto, sus comunidades y actividades a medio o largo plazo.
Hay que confiar en la providencia. Pero también hay que ser conscientes de que la providencia nos ha dado la inteligencia y el sentido común para aprovechar los recursos de que disponemos no sólo para las necesidades presentes sino también para atender a las necesidades futuras, las nuestras y las de los hermanos y hermanas que vengan. Por eso tendríamos que superar ese cortoplacismo y empezar a planificar a medio (5 años) y largo (10 años) plazo. Aunque sólo sea para evitar lo de “pan para hoy y hambre para mañana” y hacer realidad lo de “a Dios rogando y con el mazo dando”.