A estas alturas prácticamente todos los institutos religiosos, tanto a nivel general como a nivel provincial, deben tener ya en marcha su Consejo de Economía. En parte porque los aconseja el sentido común y en parte también porque así lo indica el Código de Derecho Canónico (c. 1280) que se supone que es de obligado cumplimiento. Ya escribí hace un tiempo una entrada en este blog sobre el tema pero de vez en cuando me encuentro con que existe una cierta confusión entre “equipo” y “consejo” de economía.
Está claro que el equipo de economía es hoy necesario. Es muy difícil que una persona sola, el ecónomo o ecónoma provincial o general, por muy preparada que esté saque adelante el trabajo que supone la administración de un instituto religioso o de una provincia. Más en estos tiempos de fusiones de provincias en que éstas terminan abarcando diversos países con legislaciones diferentes, siempre, y con monedas diferentes, en ocasiones. Eso ya complica mucho las cosas. Tanto el tamaño como esas diferencias, hace que sea necesario que haya un equipo de personas (esto significa al menos dos) que sean los que hagan el trabajo práctico, el día a día.
En todo equipo tiene que haber una cabeza. Y lo normal es que esa cabeza sea el ecónomo o ecónoma provincial. Para eso se le ha nombrado. Es el responsable de las decisiones finales. Por más colaboradores que tenga, la delegación no puede ser absoluta. Pero no puede hacer todo el trabajo práctico. Tendrá que aprender a delegar y a supervisar. Las dos cosas son muy importantes.
Esas personas que forman el equipo de economía pueden ser religiosos o religiosas del mismo instituto o laicos contratados. Eso no importa. Forman parte del equipo y realizan el trabajo práctico. Deberán ser siempre supervisados y coordinados para que el equipo trabaje adecuadamente y con los mismos criterios.
El Consejo de Economía es otra cosa. Su función no es realizar el trabajo práctico sino asesorar y aconsejar. Al Ecónomo Provincial/General y al mismo Gobierno Provincial/General. El Consejo no decide pero sí aporta perspectiva, evalúa el trabajo, revisa si se siguen los criterios establecidos, etc. Es más, evalúa también si los que forman el equipo de economía cumplen bien con su trabajo.
Precisamente por eso, en principio las personas que están en el Equipo no deberían estar en el Consejo –sobre todo en el caso de los laicos contratados–. En primer lugar porque cada uno tiene su función específica. Y en segundo lugar, por una razón práctica: es difícil que las personas se evalúen a sí mismas. ¿Cómo se puede poner a deliberar con libertad el Consejo de Economía sobre una práctica determinada cuando el que la realiza forma parte del mismo Consejo?
Es obvio que al Consejo le hará falta información para realizar adecuadamente sus funciones. Los miembros del equipo deberán, cuando sea necesario, hacerse presentes para informar. Pero hasta ahí. Luego deberán dejar que el Consejo de Economía, de forma independiente, dé su opinión.
Por esta razón, creo que hay que separar los dos grupos: el Equipo y el Consejo. Eso siempre que queramos tener un consejo que asesore de verdad dándo su opinión de forma independiente y libre de presiones y respetos humanos.