Supongo que el Consejo de Economía es algo que ya existe en todos los institutos religiosos tanto a nivel general como provincial. Aunque quizás este “suponer” sea mucho suponer. Pero debería ser así porque lo pide expresamente el Código de Derecho Canónico en su canon 1280: “Toda persona jurídica ha de tener su consejo de asuntos económicos, o al menos dos consejeros, que, conforme a los estatutos, ayuden al administrador en el cumplimiento de su función.” El canon no dice más pero debería ser suficiente para obedecer a lo mandado.
Así que vamos a suponer que ya existe. Generalmente está formado por miembros de la propia congregación. Y se tiene muy claro que es una institución consultiva. Al Consejo de Economía le corresponde exclusivamente aconsejar y asesorar pero no decidir. En eso estamos de acuerdo. Pasa que cuando todo un grupo así ve algo con claridad, el gobierno de turno debería tener razones muy poderosas para obrar en contrario.
Pero, como su función es asesorar y aconsejar, me voy a permitir aconsejar también yo que en ese consejo no creo que sea bueno que haya sólo personas de la misma institución. Sería muy bueno y aconsejable que de ese consejo formasen parte personas ajenas a la institución. ¿Por qué? Precisamente porque la función del consejo de economía es asesorar y aconsejar y esas personas ajenas podrían abrir el campo de visión y la perspectiva del mismo consejo. Los de dentro ya han sido formados en una tradición, en una forma de hacer las cosas, en una historia. Por así decir, ya tienen unas gafas que les llevan a ver la realidad de una determinada manera, con unos determinados filtros, que les limitan lo que ven. Los de fuera aportan una visión diferente y novedosa que puede ayudar a los responsables de tomar las decisiones a buscar caminos nuevos.
No digo que los de fuera sean portadores de la verdad y que los de dentro falseen la realidad para acomodarla a su tradicional modo de hacer las cosas. No es eso. Lo que digo es que los de fuera, al situarse fuera del bosque, pueden ayudar a los de dentro a mirar la realidad con una perspectiva diferente, pueden transmitir otras formas de hacer las cosas, quizá habituales en la sociedad pero desconocidas para los miembros de la institución, demasiadas veces no muy avezados en cuestiones de administración y gestión. Lo que aportan los de fuera es una mirada diferente y complementaria que puede refrescar los modos de gestión habituales en nuestras instituciones.
¿Sugerencias concretas? En mi opinión, en el consejo de economía de un instituto religioso, tanto a nivel provincial como general, debería haber al menos dos personas ajenas a la institución.
Una que sea miembro de otro instituto religioso y con experiencia en temas de economía y gestión. Aporta ya una visión diferente en cuanto nos ayuda a salir de la endogamia habitual y favorece el compartir experiencias de los que se encuentran, casi con toda seguridad, frente a los mismos problemas. ¡No nos diferenciamos tanto unos de otros!
Y la otra persona que sea ajena a la vida religiosa y, a ser posible, que venga del mundo empresarial. Pero que no sea el laico o laica que colabora con el administrador provincial o general o que asesora en algún campo. Ése ya está metido en este mundo. Estamos hablando de alguien que venga realmente de fuera, que no esté en nuestro mundo. Que sea buen cristiano pero no necesariamente de los “nuestros”. Su aportación podría ser muy valiosa. Siempre teniendo en cuenta que lo que diga no es “la” verdad. Sólo es otra forma de comprender la realidad y de hacer las cosas.
Ya sé que alguno está pensando que cómo le vamos a abrir nuestros secretos a gente ajena a la congregación. ¡Imposible! No creo que sea una verdadera objeción. Primero, porque nuestros secretos no lo son tanto, nuestra vida económica es muy normal. Nada de que escandalizarse. Y, segundo, porque para eso están los acuerdos de confidencialidad tan normales en cualquier tipo de asesoría actualmente en el mundo de la empresa.
Estas presencias en un consejo de economía ayudarían a que sus consejos no fuesen más de lo mismo sino que enriquecieran la perspectiva y ayudasen a buscar soluciones más originales y creativas a nuestros problemas en el campo de la administración.
Buenos días Fernando. Totalmente de acuerdo en esta y en otras de tus publicaciones pasadas. Partiendo de tu consideración de que no hay nada que ocultar, un laico puede colaborar con los institutos religiosos. Por supuesto, bajo un contrato de confidencialidad y no revelación de la información obtenida y bajo un contrato modelo de auditor interno, consultor independiente, consejero… que a raíz de la profundización en el funcionamiento del Instituto pueda aportar nuevas soluciones desde el punto de vista empresarial externo y siempre bajo criterios evangélicos, Saludos
Hola Fernando, buenos días; me parece muy bueno tu artículo y claro que lo tendremos en cuenta… manos a la obra, ya veníamos pensando en ello… y aclarar que es lo que sugieren… a que le llaman «consejo de sabios» que definitivamente no es no es lo mismo que «equipo de economía» General o Provincial. Gracias