A lo largo de toda la historia humana las palabras y los discursos han sido muy solemnes pero la realidad no ha acompañado siempre esas palabras y esos discursos. Los institutos religiosos no somos una excepción y no siempre la realidad acompaña a nuestros discursos. No quiero ser destructivo. Hay realidades enormes de generosidad, de entrega, de servicio. Pero también a veces hay una cierta falta de coherencia entre discursos y realidades.
Voy a empezar contando una conversación de sobremesa en una comunidad religiosa. Se hablaba de médicos y seguros. Se hablaba de la seguridad social, el servicio público de salud en el que la mayoría estaban acogidos. Se hablaba también del seguro privado que tienen la mayoría de los religiosos y religiosas en España, el Seras. Comentaban unos que la Seguridad Social es muy potente pero que a veces hay que esperar, tanto en las urgencias como cuando te mandan a un especialista. Decían los otros que el seguro privado, el Seras, permite acceder directamente a los especialistas, que no hay esas semanas o meses de espera.
Lo curioso es que nadie señaló el hecho de que la Seguridad Social es el seguro público de todos los españoles. Quizá más de los españoles de clase media-baja y baja. Es decir, de los que no se pueden permitir, porque está más allá de sus posibilidades, un seguro médico privado por donde atajar los inconvenientes y limitaciones del seguro público que es la Seguridad Social.
Tampoco hubo nadie a lo largo de la sobremesa que hiciese alusión al hecho de que la Seguridad Social es prácticamente gratuita para los jubilados y pensionistas –que eran la mayoría de los que estaban sentados en torno a la mesa– y que incluye un gran descuento en la compra de medicamentos. Eso en oposición al seguro privado, el Seras, que conlleva una cuota mensual de casi 100 euros, que no tiene ningún descuento en la compra de medicamentos y que obliga a pagar un pequeño coste por cada visita que se hace al médico o por cada prueba médica que se realiza bajo su cobertura.
Quedó claro en la conversación que era mejor el seguro privado por la atención que se recibía. Entiendo que se estaba hablando de la salud y que, para muchos es un asunto muy importante en el que no hay que escatimar gastos. Y más cuando nos vamos haciendo mayores y lo de la salud nos afecta progresivamente más según van pasando los años.
Pero más me sorprendió que nadie dijese nada sobre los costes y gastos que conlleva el seguro médico privado (¡en muchas provincias religiosas seguro que sobrepasa o está muy cerca de los 100.000 euros al año!), sobre nuestra solidaridad con los pobres y marginados, sobre nuestro querer estar cerca de la gente normal. Me sorprendió porque estoy seguro de que algunos de ellos en esas reuniones que tienen periódicamente los institutos religiosos, llámense capítulos, asambleas o de cualquier otra manera, seguro que habían participado en la redacción de algún documento donde se hablaba de la opción por los pobres, de nuestra solidaridad con ellos y de la necesidad de vivir un estilo de vida sencillo y austero y pobre. Ha sido un ejemplo. Solo un ejemplo. Seguro que mis lectores podrían sacar a la luz más historias parecidas. A eso me refiero cuando hablo de discursos y realidades. A todos nos falta la coherencia. También al que escribe estas líneas. Pero sería bueno que alguien de entre nosotros tuviese el valor de descubrirlas y denunciarlas. Sin miedo. Para que discursos y realidades no se separen tanto en nuestra vida. ¡Que la gente se da cuenta!
Como siempre brillante y acertado, Fernando. eres muy valiente y nos ayudas a reflexionar. Gracias de corazón.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo
Gracias