A estas alturas cualquier administrador/a y/o ecónomo/a sabe ya que en el último documento de la Santa Sede sobre la administración de los institutos religiosos (Líneas orientativas para la gestión de los bienes en los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, de marzo de 2014) se habla del “patrimonio estable” que deben tener los institutos religiosos para salvaguardar su misión y vida futura. En el documento no queda demasiado claro lo que eso significa o implica. Pero sí queda claro que es un asunto importante. Tanto que se pide que cada instituto precise y determine qué bienes son afectos a ese “patrimonio estable”. Y que se introduzca en el derecho particular de cada instituto la necesidad de determinarlo.
Viene esto a cuento de que hace pocos días he estado reunido con unos asesores financieros. Por una vez, eran ellos los que me pedían asesoramiento a mí. Querían entender lo que podía significar en la práctica eso del “patrimonio estable”. Estuvimos hablando del tema, dándole vueltas y tratando de entender. Hice referencia al artículo, titulado precisamente “El Patrimonio Estable” que publiqué en la revista “Vida Religiosa” en el número de junio de este año 2015. Y seguimos dando vueltas al tema.
En el diálogo, cuando hay buena voluntad y deseo de avanzar, siempre se llega a algo. Pues bien, en nuestro diálogo llegamos a una conclusión. El concepto de “patrimonio estable” y la llamada a concretarlo, supone a los institutos religiosos una invitación o reto o desafío o como se quiera decir, a comenzar a planificar a medio y largo plazo. Y quizá más a largo que a medio. Precisamente porque se supone que hay que definir el “patrimonio estable” necesario para mantener en el futuro la vida y misión de cada instituto, lo primero que hay que hacer es pensar y definir cuáles van a ser las necesidades del instituto en ese futuro.
Son necesidades muy variadas pero que siempre tienen una dimensión económica. Desde la formación de las personas que vengan a integrarse en el instituto hasta el mantenimiento de los edificios necesarios para el desarrollo de la misión. Desde la previsión del mantenimiento de los miembros ancianos y enfermos de la institución hasta la inversión necesaria en la formación de los laicos que colaboran o colaborarán en su misión. Pasando naturalmente por la previsión de los riesgos de todo tipo: laborales, accidente, desastres. E incluyendo en cada provincia la necesaria y debida aportación a las necesidades generales del instituto.
Todo eso implica una previsión y planificación a medio/largo plazo de lo que serán las necesidades del instituto. Y todo eso es lo que debería constituir el “patrimonio estable” que necesita el instituto para el desarrollo presente y futuro de su misión, para que el don del Espíritu que supone cada instituto para la iglesia no desaparezca. Este es el trabajo previo, condición necesaria, a la definición y concreción de lo que debe ser el “patrimonio estable”. Esto no es atentar contra la providencia divina sino más bien utilizar los medios que Dios nos ha regalado (nuestra inteligencia y nuestra capacidad para prever el futuro) en orden a ser más fieles al don que se nos ha entregado.
Conclusión: a ponerse las gafas de mirar a lo lejos. Porque el “patrimonio estable” lo exige. Porque lo pide la Santa Sede. Y, quizá más importante, porque lo exige el sentido común.
creo que esto es ni mas ni menos lo que hace mucho la mayoría de las comunidades hemos tratado de hacer sin mucho fruto por todo lo que implica los grandes gasto de elefantes blancos que son los inmuebles en los cuales se va algunas veces todo el presupuesto y creo que si debemos echar una mirada a que inmueble si es necesario y de cual nos debemos deshacer. gracias
Obviamente esos elefantes blancos de que habla deben ser objeto de revisión. La vida religiosa tiene que aprender a ser más ágil acomodando con más facilidad los medios de que disponemos a las necesidades presentes y futuras. Desgraciadamente lo más habitual suele ser lo contrario: las inercias se apoderan de nuestras vidas y de nuestro funcionamiento. «Siempre se ha hecho así» y «siempre hemos tenido esto» y comunidades que fueron de 30 personas siguen ocupando el mismo inmueble cuando ahora son apenas cinco personas. Por eso y porque nuestros bienes están al servicio de la misión y no de las inercias ni de las tradiciones, hay que ponerse manos a la obra cuanto antes.
Asi es porque hemos reducido en nuevas vocaciones y aumentado en hermanas mayores y las obras son las mismas pero han perdido su frescura porque ahora estan los laicos en las aulas y en las salas de enfermos y algunos ni siquiera con la espiritualidad del instituto por tanto urge formarlos y para nosotras urge redescubrir nuestras presencias ya no en los lugares claves si no, en la mas clave presencia humilde y callada
Es muy interesante el articulo, pero ? cómo consigo el publicado en la revista Vida Religiosa?
El artículo me lleva a pensar que necesitamos no solo entender lo que es «patrimonio estable», sino comprender muy a fondo el sentido para responder a las leyes fiscales, canon, y necesidades de la comunidad a futuro en los países donde estamos inmersas…