He sido director de un colegio mayor universitario durante ocho años. Cuando llegué al cargo me encontré con que había ya una tradición de que los directores de los diversos colegios de aquella universidad, y los de toda España, se reunieran con una cierta periodicidad. A veces era para tratar algún tema, a veces eran unas jornadas de trabajo, a veces, los de la universidad, sólo para sentarse a comer juntos. Esas reuniones fueron durante aquellos años momentos muy buenos. Siempre tuve la oportunidad de aprender algo de los otros directores. A veces porque me gustaban sus ideas y copiaba en mi colegio lo que ellos ya hacían en los suyos. A veces también porque no me gustaban sus ideas pero, al escucharlos, me provocaban a la reflexión y terminaba viendo claro por donde debía caminar. Ciertamente, puedo decir que en aquellas comidas y encuentros siempre aprendí algo. Y eso fue bueno para mí y para mi colegio.
Ahora pienso en los ecónomos generales y provinciales. Pienso que en España –aunque sí en algunos países– no hay una asociación de ecónomos que favorezca esos encuentros. Ya sé que existe la Confer. Pero la Confer es sobre todo una asociación de provinciales y generales. Son ellos los que están ahí, los que dialogan. Me parece fabuloso. Pero falta lo otro. Ya sé que en la Confer se organizan todos los años unas jornadas para ecónomos. Pero no es eso exactamente lo que estoy planteando. También organiza cursillos para ecónomos el Instituto Teológico de Vida Religiosa. Y algunas otras instancias. Pero no es eso.
Personalmente echo de menos esa asociación formada por los mismos ecónomos provinciales, constituida como lugar de encuentro y foro de diálogo. Donde es posible que se escuche alguna charla pero donde, sobre todo, se plantea el intercambio entre iguales, el aprendizaje de las experiencias de los otros que están en el mismo enredo.
Entiendo que hace falta un líder o un grupo que se lance. Estoy seguro de que una vez que alguien comience, la idea va a prender. Porque en realidad todos los que están en esos trabajos tienen muy parecidos problemas. Es un poco ridículo que cada uno se esfuerce por buscar soluciones y caminos por su cuenta.
Claro que también sé que en estos puntos de los dineros las congregaciones son muy celosas de todo lo que pueda parecer, aunque sea de lejos, descubrir información sobre la propia casa. Pero ésa dificultad, aún con las debidas cautelas, hay que superarla. ¿No habría ido mejor a algunas congregaciones si en años pasados se hubiese hablado de un foro de ese tipo sobre Gescartera o Madoff o las preferentes o tantas cosas por el estilo? ¿Algún día nos convenceremos de que estamos todos en el mismo barco?