Este fin de semana se está impartiendo un curso para la formación de los ecónomos de institutos religiosos en el Instituto Teológico de Vida Religiosa. Está centrado en el tema de la administración de las actividades, inevitablemente en nuestros días, en misión compartida. Para decirlo en plata: en muchas de nuestras actividades, sobre todo en Europa, y dada la precariedad de personal propio, trabajamos codo a codo con laicos y laicas, que a veces comparten nuestro carisma y a veces no, pero con los que compartimos ciertamente una relación laboral.
Creo que han acertado con el tema. Es urgente repensar la administración de nuestras obras. No se pueden seguir llevando como se llevaban. Hay que profesionalizar su administración. Hay que profesionalizar las relaciones laborales. Hay que invertir dinero y personal en hacer conocer el espíritu que anima nuestras obras. No son sólo colegios, hospitales, residencias, editoriales o… son, queremos que sean, plataformas evangelizadoras, lugares desde donde se comparte un estilo de vida, unos valores. Y también una fe. Pero, no se puede olvidar, también son centros que necesitan unos recursos económicos y que deben ser autosuficientes desde ese punto de vista.
Por eso, me parece importante el tema. Es necesario que nos planteemos seriamente, en una mirada al futuro, cómo van a sobrevivir nuestras obras cuando nosotros faltemos. ¿De dónde van a salir los recursos económicos que las mantengan? ¿Dónde encontraremos los laicos que mantengan vivo el espíritu evangelizador que las animó desde su inicio? ¿O nos conformamos con que mantengan el nombre, por aquello de la nostalgia? El desafío es serio y estamos todos llamados a responderle. Cursos como éste, que se propone todos los años desde el Instituto Teológico de Vida Religiosa, no dan respuestas definitivas pero ayudan a reflexionar y pensar el tema, ayudan a seguir dando pasos, a compartir experiencias entre los institutos, y poco a poco van dándonos luz de cómo tenemos que ir construyendo el futuro de nuestras obras.