En uno de los próximos números de la revista “Vida Religiosa” va a salir un artículo sobre este mismo tema: nuestros empleados. Entiendo que es muy importante y crucial para el futuro de nuestros institutos y de su misión. La vida, la falta de vocaciones, nuestro propio envejecimiento como grupo, la complejidad de las obras que tenemos entre manos… todo nos ha ido haciendo que cada vez tengamos que contar con más colaboradores laicos con los que se establece una relación laboral. A todos los niveles. Ahora tenemos laicos que son directores de nuestras obras, que son administradores, etc. Y una nube de otros hombres y mujeres que colaboran con nosotros como profesores, administrativos, en servicios, etc. Mucha gente. Conocí una provincia de una congregación que tenía menos de doscientos religiosos. Pero en sus actividades contaba a más de mil empleados. Esa es la realidad de que partimos.
Digo que hay que cuidar a esos que trabajan con nosotros y para nosotros, que, al fin, colaboran en nuestra misión. Y, aunque el tema podría ser más amplio voy a decir sólo tres cosas.
1) Hay que esforzarse porque asuman o al menos conozcan nuestro espíritu, las motivaciones que dan consistencia a nuestras actividades y la finalidad para la que fueron creadas. Esto es fundamental y eso implica un gasto tan importante como el que se hace en inversiones materiales. Más en concreto, en un colegio es tan importante la inversión en un buen gimnasio o en mobiliario para las clases como el cursillo que se imparte a los profesores donde se les explica el carisma de la congregación, su historia, su realidad presente y la motivación de su trabajo educativo así como su estilo propio. Todo eso cuesta dinero y es, en realidad, una inversión en la calidad de sus propias actividades.
2) Cuidarlos significa acompañarlos, estar cerca de ellos. No se trata de contratar y luego dar por supuesto que todo va a funcionar como en piloto automático. Sobre todo con las personas a las que se contrata para ocupar puestos directivos hay que darles oportunidad para hablar, para exponer sus puntos de vista. Los superiores tienen también que escucharles más allá de supervisar simplemente la ejecución de sus funciones. Conozco el caso del director de un colegio con el que, desde su nombramiento hace más de dos años, nadie ha ido a hablar para preguntarle cómo le va en su trabajo, cómo se siente, que problemas tiene, que soluciones apunta, etc. Eso no debería suceder.
3) Y luego viene el tema salarial. Da la impresión de que pensamos que los que trabajan con nosotros lo deben hacer gratis. Hoy los salarios se ajustan según los convenios, hasta un nivel. Luego, en niveles directivos, funciona también el precio de mercado. A veces más alto que el marcado por el convenio. Entiendo que no vamos a pagar por encima del mercado pero tampoco podemos estar tan por debajo que la gente se termine yendo. Seguro que más de una vez habrá habido alguna persona a la que hemos contratado, la hemos formado, y luego se nos ha ido porque en otro lugar le ofrecían consistentemente más sueldo.
En la relación con los laicos que trabajan en nuestras obras, los tres puntos son importantes a tener en cuenta. De eso va el artículo que pronto se publicará.
Estoy tan de acuerdo con este aperitivo de tu próximo articulo, si la empresa privada a los laicos al momento de entrar a trabajar les enseñan su Misión, Visión y Valores.
En una congregación cuando se incorpora un laico es importante saber el Carisma de la congregación, acompañamiento mutuo una retribución acorde, involucrarlo en la obra para que siga el camino adecuado y mantenga esa obra.
lo de retribución, muchas veces en mi consultoria cuando estoy con alguna congregación y una nueva contratación, el comentario global es : si yo lo hago bien, sin horario, con conocimientos etc.. esta persona contratada debe ser mas abnegada por que le pago un salario.
Gracias por este aperitivo Fernando, estoy a la espera del articulo!!!
Qué gran verdad… ¡Y qué gran necesidad la de cuidar a las personas!
Una pena que lo de la «misión compartida» lo veas desde la necesidad provocada por la falta de vocaciones. Esa visión de que la misión es «nuestra» y los laicos os «colaboramos» está ya superada… (Aunque en realidad, sea tristemente todavía más habitual de lo que nos gustaría). Porque la responsabilidad del Reino es de todos, codo a codo, ¿no?
El hecho de que hayamos descubierto así lo de la misión compartida no invalida su realidad teológica. Y la verdad es que hasta que no nos faltaron las vocaciones no se nos ocurrió pensar en ella.