Ya sabemos todos que el “chip” es el motor, el centro, de cualquier ordenador. Cuando cambiamos de “chip” es casi como si cambiáramos de ordenador. La carcasa sigue igual pero por dentro el motor es nuevo. Aplicado a las personas, diríamos que significa cambiar de mentalidad, hacernos nuevos, acomodarnos a una nueva realidad, dejar lo antiguo. Pues bien, a religiosos y religiosas nos hace falta cambiar de “chip” y superar las inercias. Al menos, en este campo de la economía. Dejar las inercias, eso de “siempre se ha hecho así”, para empezar a pensar de otra manera, a buscar otras soluciones. Porque tiempos y situaciones nuevas exigen respuestas nuevas.
Estoy pensando en aquella casa religiosa que conoció tiempos mejores. Hoy son apenas cuatro religiosos digamos, para ser benévolos, que de una cierta edad. Como la casa había conocido tiempos mejores, estaba dotada de recursos adecuados para aquellos tiempos en que el doble o triple de religiosos con la mitad o menos de años poblaban sus pasillos y zonas comunes. Estoy pensando en la cocina. Una verdadera cocina industrial con todo lo necesario. Entre sus recursos un buen lavavajillas industrial. De esos que podrían tener en un restaurante donde se sirven cien comidas al día. A los religiosos nunca nos han asustado los medios.
Pero hete aquí que en estos tiempos venidos a menos, el lavavajillas se estropea. El coste del arreglo se pone en quinientos euros. No hay que ser un lince para saber que por menos dinero se compra un buen lavavajillas familiar con capacidad para diez o doce servicios. Hasta es más cómodo de uso. Pero ni se plantea el asunto. Se ha roto pues hay que arreglarlo. Y se arregla.
A eso es a lo que me refiero cuando digo que nos gobiernan las inercias y que nos hace falta cambiar el chip para adaptarnos a los tiempos nuevos en que nos toca vivir. Porque esas inercias tienen consecuencias económicas y administrativas. Y porque lo que tenemos lo hemos de poner todo, sin despilfarros, al servicio de la misión.
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