Vamos a comenzar una actividad nueva en una casa. Va a haber que hacer algunos viajes y estamos pensando que nos haría falta una furgoneta para esos traslados. Nueve plazas sería ideal. Y una cierta cabida para los equipajes. Nos ponemos manos a la obra. Hay que buscar el modelo entre los diversos proveedores. Pero, enseguida, hay uno que plantea la pregunta: ¿qué sería mejor? ¿alquilar o comprar?
En principio, la pregunta nos chirría un poco en los oídos. Lo de alquilar no entra mucho en nuestros cálculos. Estamos más acostumbrados a comprar. Comprar significa disponibilidad permanente. Usaríamos la furgoneta no sólo para esos viajes que necesitamos hacer en esa nueva actividad sino para otras cosas, para otras urgencias, probablemente sin tener mucho en cuenta ni el consumo ni el tamaño.
La pregunta me ha hecho pensar en algunas comunidades que, al momento de comprar un coche, escogen uno grande porque una o dos veces al año salen de excursión y hace falta que entren todos en el coche. La realidad es que esa excursión es a veces más un deseo que una realidad y que, generalmente, el coche es usado por una o dos personas. La diferencia de precio inicial, de seguros, de mantenimiento y de consumo entre el coche grande y el más pequeño es muy grande. Hay muchas dudas de que merezca la pena tirarse a lo más grande. A no ser que algunos de los conductores necesiten el tamaño como medio de afirmación personal. Pero esto ya es entrar en otras cuestiones.
La pregunta sigue abierta: ¿compramos o alquilamos? No hay una respuesta teórica. No existe. Sólo cabe la posibilidad de sentarse y hacer números antes de gastar el dinero. ¿Cuánto cuesta el alquiler para los días que se va a usar? ¿Cuál es el coste inicial de la furgoneta? ¿Cuál es el coste anual de seguros, impuestos y mantenimientos varios en caso de que se compre? ¿Cuántos años se prevé que va a estar en marcha el proyecto? También habría que tener en cuenta que con el dinero de la compra, la inversión inicial, quizá se podrían hacer otras cosas más urgentes o, simplemente, ponerlo a trabajar en el banco donde se recogerían unos intereses.
Alguno puede cuestionar el alquiler diciendo que los precios pueden subir con el paso de los años y que más vale pájaro en mano que ciento volando. Seguro que se pueden aducir muchas más razones. Hasta algunas de carácter teológico o carismático.
No perdamos el tiempo. Hay que administrar cuidadosamente los fondos de que se dispone. No estamos para hacer inversiones a lo tonto y encontrarnos luego con monstruos a los que no sabemos dar utilidad. Porque lo dicho para la furgoneta vale para edificios y para otras muchas cosas. Hay que hacer números, comparar, estudiar, planificar para unos cuantos años. Sólo con esos datos por delante se podrá tomar la decisión adecuada. Ni siempre será alquilar ni siempre será comprar. Depende.
Para empezar este nuevo curso, es bueno que nos sentemos a pensar y reflexionar sobre estas inversiones que hacemos a veces con una cierta alegría, con mucho optimismo, y que luego, también alegremente, abandonamos sin hacer las cuentas de lo que esa inversión mal hecha ha afectado a nuestros recursos, siempre escasos. Para que no malgastemos el dinero que nos ha sido regalado para la misión.
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