Es tiempo de verano, tiempo propicio para reuniones y encuentros, para charlas distendidas. A veces, nos encontramos amigos y conocidos con los que compartimos vida y trabajos en una comunidad hace años y luego la vida, los destinos de una comunidad a otra, nos han separado. En esos encuentros surge el diálogo y la relación se hace fácil. Es tiempo de verano.
En una de esas charlas, hace unos días, surgió el tema de las inversiones de la provincia. Lo primero que me dice mi amigo es que él no entiende nada de eso. No lo llega a decir pero se entiende que tampoco tiene ningún interés en saber del tema. Como me dice con una sonrisa, son cosas que quizá le van a procurar mucha inquietud porque ¿dónde invertimos nuestro dinero?
Cuando me dice eso, me toca el nervio. Es un tema que me preocupa, como ya se ha podido ver en varias veces en este blog (de ello se ha hablado aquí, aquí, aquí, aquí, aquí aquí y aquí). Es importante que tengamos unos criterios claros y conocidos por todos. Por la sencilla razón de que esto de la economía es de todos y en los asuntos de todos, todos debemos estar informados y participar de alguna manera. Está claro que no todos pueden participar en la toma de decisiones concretas, en el trabajo del día a día –eso haría imposible el trabajo–. Pero es cierto que todos pueden participar en la elaboración de los criterios con los que se va a invertir el dinero de una provincia o de un instituto religioso. Eso no puede quedar al albur del ecónomo, ni siquiera del gobierno provincial.
Lo que me llamó la atención es cómo, a pesar de decir que no quería saber del tema, sí que tenía claros algunos criterios. Por ejemplo, según su opinión, no debíamos invertir de ninguna manera en empresas que fabricasen armas. Ni siquiera las que podríamos llamar “legales”, las que usa necesariamente el ejército o la policía. No es que le pareciera que esos cuerpos no deban usar armas pero tenía claro que nosotros no deberíamos invertir en empresas que se dedicasen a fabricarlas. “Eso que lo hagan otros pero nosotros no. Deberíamos buscar empresas que produjesen cosas más beneficiosas para la sociedad”.
Seguimos hablando y seguimos explicitando criterios. Me di cuenta de que, por oscuro que sea el mundo de las inversiones, que lo es, la clarificación de los criterios con los que invertir es trabajo de todos los que forman un instituto o provincia. Por la razón ya aducida más arriba: el dinero nos pertenece a todos y todos debemos tener una palabra en cómo se usa y/o invierte.
Conclusión: que en este punto habría que aprender a escuchar más a nuestros hermanos y hermanas y crear los mecanismos o consejos para que todos, de una manera o de otra, puedan expresar su opinión sobre el tema y aportar su granito de arena a lo que es de todos.
¡Buen verano a todos y buenas charlas veraniegos, que siempre nos sirven para aprender de los demás!
Me pregunto, ¿Los superiores/as están interesados en que el religioso/a formado en los aspectos financiero, fiscal, contable, esté cerca de la economía de la comunidad, provincia? Muchas veces se le aleja porque puede ver lo que no quieren mostrar, que no pocas veces es poco recto.